Hoot Kloot Jiménez Espriú

La Gacetilla
5 min readJul 29, 2020

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Javier Jiménez Espriú invadiendo un predio aledaño al aeropuerto de Texcoco

Cuando Javier Jiménez Espriú nació (1937) todavía faltaban dieciséis años para que su jefe, el hombre que nació siendo ya licenciado AMLO, viera la luz con aclamación incluida de la patria (1953). En 1937 México vivía en la gloria del General Lázaro Cárdenas; se vivía la época que primero Luis Echeverría haría todo por emular, para que luego López Obrador intentara ser ambos Presidentes en uno.

En 1937 sucedieron cosas espectaculares, además del alumbramiento del pequeño Javier en la Ciudad de México: Anastasio Somoza tomaba posesión como dictador de Nicaragua; el Consejo de Ministros de Italia prohibía el matrimonio con los naturales de sus colonias africanas; el Generalísimo Franco hacía rugir la Guerra Civil Española; Pío XI hizo pública su encíclica Divini Redemptoris, condenando con razón el ateísmo comunista; Egipto fue admitido en la Sociedad de las Naciones; estalló el dirigible Hindenburg; fue coronado en Inglaterra el Rey Jorge VI; se inauguró el Golden Gate Bridge; se fund+o la Volkswagen; y Walt Disney presenta su primer clásico de animación Blanca Nieves y los siete enanos. O sea, puras cosas de las que ya nadie se acuerda y sin embargo los mexicanos seguimos soportando los desplantes de este jovenazo que hasta hace poco cobraba en el Gabinete bajo el Programa “Jóvenes Destruyendo el Futuro”, al cual lo que le sobra son becarios.

Tampoco es cosa de atacar a don Javier por tener la edad suficiente como para haber invitado al cine a un par de las momias de Guanajuato, en las épocas en que el séptimo arte era una experiencia como la vemos en la película Cinema Paradiso. Si este régimen nos ha enseñado algo, es que la juventud no es garantía de nada y mucho menos de frescura de ideas. Entre los más jóvenes corifeos del régimen figura gentuza que haría palidecer con sus desplantes a Fidel Castro o a Fidel Velázquez. Los jóvenes de edad, pero viejos de corazón, que están haciendo más ancha la patria bajo la dirección de El Insigne, llevan en sus venas el México revolucional e institucionario del PRI que les dio fama y fortuna a sus padres, y que sueñan con que México vuelva a ser un terregal que se gobierne mediante los usos y costumbres del cacique local.

Antes de ofrendarle irremediablemente su reputación al Destructor en Jefe, Jiménez Espriú tuvo una carrera verdaderamente notable, cuyas glorias es francamente imposible glosar en este pequeño opúsculo sin que al lector lo venza el sueño. Estudió la maestría en Francia — estudios que no cuentan como “el extranjero” porque los franceses son los más comunistas entre los neoliberales — la apasionante técnica de la refrigeración y se tituló en 1954 de ingeniero electricista por la UNAM como miembro de la generación que estrenó las instalaciones de Ciudad Universitaria, no mucho después de que la electricidad surgiera al mundo como la tecnología de moda. Fue Subsecretario de Comunicaciones y Desarrollo Tecnológico de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en el sexenio de Miguel de la Madrid (descanse en paz); es miembro de la Academia Mexicana de Ingeniería — famosa porque en sus fiestas las gordas y las feas siempre encuentran con quién bailar — ,y en 2008 recibió el Premio Nacional de Ingeniería. Muy merecido.

El ingeniero Jiménez Espriú ha dicho que fue durante sus estudios en Francia donde descubrió “el origen del pensamiento liberal moderno, el alma de la civilización europea, el centro de la cultura universal y reafirmé, en el extranjero, en las reflexiones de la soledad, mi amor por México y mi compromiso insaldable con mi Patria”.[1] Recipiendario de los altos valores de la ilustración francesa, era sólo cuestión de tiempo en que se pusiera a las órdenes de su majestad iluminada, don Andrés Manuel López Obrador, dedicándose denodadamente a la destrucción de los valores que tanto lo deslumbraron en su aventura francesa, señaladamente la ciencia y la tecnología.

Espriú es un ingeniero raro que le gusta tanto la cultura como destruir aeropuertos. Cuando fue Secretario General de la UNAM estuvo a cargo del proyecto del Centro Cultural Universitario y, en especial, de la construcción de la gran Sala Nezahualcóyotl, a la que considera “uno de sus hijos”. Lo que sea de cada quien, a don Javier le debemos varias instituciones culturales del México moderno: la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería y la Orquesta de Minería.

Fue triste ver partir al funcionario más ilustrado que ha militado en el gobierno y que quiere regresarnos al México de crepúsculos arbolados que vio nacer ingeniero Jiménez. No deja de ser triste que entre la multitud de reconocimientos que ha recibido en su vida, la gente vaya a recordarlo por hacerle de Hoot Kloot frente a una señora cuyo predio invadió, por haber desmantelado sin chistar la obra más importante del México del siglo XXI, por sus delitos contra la administración pública, por haber traicionado su formación ingenieril y su trayectoria profesional al avalar proyectos suicidas como el Tren Maya y Santa Lucía y Dos Bocas también, y por encubrir la verdad en el helicopterazo en el que murieron Martha Erika Alonso y Javier Moreno Valle.

La historia de Javier Jiménez Espriú con AMLO es la de esa mujer golpeada que aguanta años de maltratos y malos modos y que, un buen día, decide irse por cualquier cosa. En este caso, porque le fue entregada a las Fuerzas Armadas la administración de todos los puertos del país, cuando ya habían pasado años en que el Gran Jefe no confiaba en su talento y había entregado la construcción del aeropuerto de Santa Lucía a los militares, el internet a la Comisión Federal de Electricidad, el Tren Maya a FONATUR. La última cachetada fue la definitiva; la última vez que me alzas la mano, Andrés Manuel.

No esperamos que el ingeniero Jiménez Espriú viva para ver todo el esplendor de la destrucción que ayudó a sembrar, pero siempre lo tendremos en los anales de la patria como el ingeniero que dirigió una empresa de aviación, pero terminó diciendo que los aviones no pueden chocar porque se repelen; como el mejor ejemplo de lo que pasa cuando uno no sabe retirarse a tiempo.

[1] http://www.inep.org/biblioteca/118-semblanza-del-ing-javier-jimenez-espriu

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